Una treintena de oradores arropan al candidato republicano en un interminable mitin en el que el cómico Tony Hinchcliffe habló de Puerto Rico como “una isla flotante de basura en el océano”
De todos los actos que calientan motores para la celebración de Halloween, ninguno tan multitudinario como el mitin que este domingo ha dado Donald Trump en el Madison Square Garden de Nueva York en compañía de una miríada de personajes, algunos de los cuales podrían haber servido de extras a Michael Jackson en el vídeo de Thriller, otro clásico de estos días. El acto acabó desatando una tormenta política, además de un incendio en las redes sociales, por las alusiones racistas, especialmente para la comunidad latina, que hicieron algunos de los intervinientes en el mitin.
Varios oradores incurrieron en una letanía de insultos y comentarios racistas, lo que ha provocado, además de una tormenta política, un incendio en las redes sociales. “No sé si lo sabéis, pero ahora mismo hay literalmente una isla flotante de basura en medio del océano. Creo que se llama Puerto Rico”, dijo Tony Hinchcliffe, un cómico que aseguró que los puertorriqueños, cuyo voto será determinante en Estados como Pensilvania, tienen demasiados hijos (luego salió al paso de las críticas demócratas asegurando que “esta gente no tiene ningún sentido del humor”). Las difamaciones de otros oradores hicieron blanco también en afroamericanos, palestinos y judíos.
Pese a que los republicanos no se juegan nada en Nueva York, un Estado tradicionalmente demócrata, el candidato a la reelección ha colgado este domingo el cartel de no hay billetes: las colas de público para asistir al acto desbordaban el perímetro del coliseo cinco horas antes de la apertura de puertas, mientras su equipo de campaña recordaba que las casi 20.000 entradas del aforo se agotaron en internet “en horas”. El baño de masas estaba asegurado, un modo a su manera de vengarse de la ciudad que en mayo le convirtió en el primer delincuente convicto que aspira a la presidencia
No era el primer acto de campaña del republicano en Nueva York, la ciudad de sus amores: en mayo dio un multitudinario mitin en el Bronx. Pero el Madison es el lugar que consagra a los artistas, de la música a la lucha libre, y Trump no podía resistirse a brillar, sobre todo cuando las encuestas siguen pronosticando, punto arriba o abajo, un empate técnico con su rival demócrata, Kamala Harris. Aparecer en el Madison a una semana de las elecciones equivalía a acaparar todos los focos en la ciudad más mediática de EE UU. “Queremos cerrar [la campaña] con un bonito broche de oro”, avisó hace una semana.
La abultada lista de oradores, casi calcada de la de la convención republicana de Milwaukee, obligó a adelantar el inicio del mitin a las dos de la tarde, tres horas antes del previsto inicio del discurso del candidato, que se prolongó hasta la noche. El listado no decepcionó: junto a destacados representantes republicanos en el Congreso, como su portavoz, Mike Johnson, o la ultra Elise Stefanik, subieron al estrado Hulk Hogan, conocido —y tronado— luchador de lucha libre, o Michael ‘Harry-O’ Harris, un productor de rap condenado a 33 años por narcotráfico al que Trump indultó en 2021, en su última gracia como presidente. “Si no hubiera sido por Trump, yo no estaría hoy aquí ante ustedes”, agradeció el telonero. “[Trump] ha sido acusado más veces que Al Capone”, se quejó otro, una frase merecedora cuando menos de estampar camisetas. David Rem, amigo de la infancia del candidato, blandió frenéticamente un crucifijo desde el atril como si estuviera realizando un exorcismo, mientras llamaba a Harris “el demonio” y “el anticristo”. Un paso más allá, el imputado Rudy Giuliani ubicó a Harris “en el lado de los terroristas” en la guerra de Gaza.
La audiencia, tímida al principio, fue calentándose a medida que aumentaban tanto los insultos como la celebridad de los teloneros: con Mike Johnson, Vivek Ramaswamy, excandidato de las primarias —que lanzó guiños a los votantes afroamericanos, cuyos votos también se disputa Harris—, y el demócrata y luego independiente Robert F. Kennedy, que aparcó su candidatura para apoyar a Trump, el mitin despegó hasta el paroxismo de Carlson. Histrión, el propagandista MAGA arremetió contra las autoridades de Nueva York por haber “intentado destruir” a Trump judicialmente, llamó mentirosos a los demócratas y se burló de los orígenes étnicos de Kamala Harris con un par de gracietas muy aplaudidas.
La temperatura del Madison subió enteros al aparecer Elon Musk, que se presentó, señalando su negra gorra, como un “MAGA gótico”, para, tras una breve intervención, dar paso a Melania Trump, cuyo discurso no estaba previsto y que ha sido el primero suyo en la campaña. Tanto Melania como, minutos después, su esposo, dieron testimonio de su “amor” por Nueva York y prometieron volver territorio rojo (el color republicano y de la marea MAGA) la ciudad.
Después de que los teloneros fueran desgranando las ideas fuerza de su ideario (la supuesta invasión de inmigrantes, la criminalidad, la inflación o el vínculo indisoluble con Israel), y cuando parecía que ya se había dicho todo —especialmente, las descalificaciones de los demócratas—, la epifanía del líder en el escenario corroboró durante más de una hora la ofensiva en un discurso interminable. “Voy a detener la invasión de criminales que entran en el este país, nuestro país va a ser más rico, fuerte y seguro que nunca antes, esta elección va de elegir entre otros cuatro años de incompetencia o cuatro de éxito. Os pido que soñéis en grande de nuevo. Kamala, has destruido nuestro país, no vamos a aguantarte más, ¡vete ya, estás despedida!”, clamó, arrancando el clamor de la audiencia, con la misma frase que usaba en su programa de telerrealidad El aprendiz, el trampolín de su carrera política, y que también dedicó a su rival cuando esta reemplazó a Biden en la carrera.
“Estoy hoy aquí con un mensaje de esperanza para todos los estadounidenses: Con su voto en estas elecciones, acabaré con la inflación. Detendré la invasión de criminales que llegan a nuestro país y traeré de vuelta el sueño americano”, dijo. “Si gano, construiremos rápidamente la mayor economía de la historia del mundo. Que es lo que tuvimos en nuestro último mandato. Derrotaremos rápidamente a la inflación y haremos que Estados Unidos vuelva a ser asequible”, dijo, mientras anunciaba una desgravación fiscal “a quienes cuiden de un padre o un ser querido, ya era hora de que esto se reconociera”. También reiteró su intención de proteger la economía estadounidense con la imposición de grandes aranceles a China.
Trump se refirió a su rival, “una lunática y radical marxista que destrozó San Francisco”, tildándola en numerosas ocasiones de incompetente, con bromas incluso sobre su cociente intelectual: “Yo nunca he necesitado un teleprónter [el aparato que proyecta el discurso al orador]”, se jactó. También se pronunció sobre la guerra de Ucrania (”conmigo nunca habría pasado”), la retirada de Afganistán y una larga lista de “desastres” de la Administración demócrata. Con los demócratas, subrayó, empezará la tercera guerra mundial y los jóvenes estadounidenses tendrán que preguntar a sus padres “qué es ese pequeño papel verde”, la llamada a filas que los mandará “a combatir en un país lejano”. Calificó a sus antiguos colaboradores que lo compararon con Hitler de “estúpidos” y prometió impedir que el deporte femenino dé cabida a personas trans, una de las guerras culturales que más atizan los republicanos.
Trump se presentó en Nueva York un día después de que el alcalde, el también imputado Eric Adams, del Partido Demócrata, le echara un capote al asegurar que no debe presentársele como un “fascista”, como sí hizo claramente el miércoles Kamala Harris en un encuentro con votantes. Adams agradecía de este modo el sábado el guiño de Trump por sus problemas legales, al asegurar que ambos eran objeto de una persecución política. La reciprocidad del apoyo —en especial el del regidor al candidato republicano— ha causado estupor en la campaña demócrata.
El mitin del Madison recordó la coronación de Trump en la convención republicana de Milwaukee: los decibelios, las luces y la banda sonora, aunque menos espectáculo en la platea y las gradas. Difícil que pase a los anales —salvo por su duración, que hizo que muchos asistentes empezaran a salir antes de terminar—, porque el Madison, en sus distintos emplazamientos, colecciona efemérides: fue el lugar en el que Marilyn Monroe cantó el cumpleaños feliz al presidente John F. Kennedy en 1962; donde el presidente Roosevelt pronunció en 1936 uno de los discursos más potentes de su mandato, o donde tres años después más de 20.000 personas, muchas de ellas con esvásticas, mostraron su apoyo a Adolf Hitler. El mismo apellido al que esta semana fue asociado.